viernes, 20 de julio de 2018

El Pesebre en Venezuela


El pesebre venezolano tiene su origen en las tradiciones españolas traídas al nuevo mundo por los colonizadores. Los indígenas y los esclavos africanos en su condición “no cristiana”, no aportaron significación alguna a estas fiestas salvo la influencia aportada a la parte gastronómica de los festejos de navidad.

Recibimos a través de la colonización española la esencia de la del culto al nacimiento de Cristo, del Niño Jesús, esencia a la que se fueron añadiendo las reinterpretaciones que ahora caracterizan la navidad latinoamericana. Su esencia ha permanecido incólume ante los cambios generalizados sufridos por la cultura navideña.

El pesebre lo encontramos en todo el mundo cristiano; su origen radica en Italia y pasó a América a través de España. Las primeras figuritas de arcilla llegaron a España hacia 1448 y provienen de Nápoles, donde se representaba el nacimiento del niño únicamente en las iglesias.

Las figuras comenzaron a fabricarse en España en el siglo XVI y en el XVII. Los escultores más reconocidos las fabricaban en cera y en madera.

La popularización del pesebre se dió en España a finales del siglo XVIII: cuando Carlos III dejó el trono de Nápoles para llegar a España como emperador, se trajo consigo su gran afición por los nacimientos y como regalo al príncipe de Asturias, su hijo, encomendó a artistas valencianos la confección de figuritas especiales.

Esta costumbre echó raíces entre los miembros de la nobleza quienes encomendaron obras semejantes a famosos tallistas y un proceso quizá más rico se dio en América a partir de la colonización española al irse sumando la riqueza creativa artesanal que fue caracterizando a medida que se producían las fusiones culturales extraordinarias que nos conformaron como hispanoamericanos.

La regionalidad de nuestra cultura aportó al pesebre no sólo sus elementos materiales en los que se resolvía la fe colectiva y la individual, sino también el comportamiento ritual y festivo que los procesos de transculturación fueron diseñando hasta hacerlos característicos de cada zona.

El venezolano de nuestros días no ha renunciado a la costumbre de poner el pesebre incorporándole como compañeros del escenario navideño el arbolito y otros adornos de más reciente introducción. Esto último particularmente en el entorno urbano, en donde se depende cada vez más de la industrialización de la navidad. En el ámbito rural y en el menos urbanizado, aún se dispone de espacio y tiempo suficiente para que la tradición del pesebre se explaye en toda su dimensión creativa. 

En los últimos años un nuevo grupo de personas han comenzado a elaborar sus pesebres un toque mucho más religioso, llevándolos al punto de comenzar a elaborar representaciones similares a las del belén en donde nació jesus, estos cultores o artesanos son llamados belenistas y se encargan de utilizar una serie de técnicas que permiten tales representaciones.

El Belenismo y su Historia

El Belenismo.

Es una técnica que permite recrear la construcción de edificaciones  con el fin de tratar de representar escenas, parajes, o algunos paisajes similares a la ciudad de belén.

Esta técnica es usada en los llamados nacimientos, pesebres o portales, según sea su denominación de acuerdo al país en donde se represente. La construcción y exhibición de belenes forma parte de una cultura navideña en muchas partes del mundo, especialmente en la tradición y cultura  católica. Pero más allá del hecho religioso, el belén es una exaltación de la cultura rural y el mundo pastoril donde se recrean las montañas, los ríos y los que trabajan la tierra con sus manos.





Historia de los Belenes.

 Las representaciones del nacimiento de Jesús de Nazaret son una costumbre muy extendida en los hogares españoles, aunque se haya ido viendo un poco desplazada, en los últimos años, por motivos decorativos importados de otros países, como por ejemplo, el árbol de navidad o la decoración basada en figuras de Papá Noel (o San Nicolás). La costumbre de escenificar el nacimiento del hijo de Dios durante los días de Navidad está, también, muy extendida en Latinoamérica, donde fue introducida por los colonizadores españoles. 

Aunque el arte religioso ha escenificado el nacimiento de Jesús desde hace muchos siglos, principalmente en pinturas, esculturas y tallas de madera, para transmitir a los fieles cristianos cómo se produjo el nacimiento de Jesucristo, no se sabe con certeza de donde proviene la costumbre de los Belenes. 

Según diferentes fuentes, la primera representación del Portal de Belén se le atribuye a San Francisco de Asís y tuvo lugar en Italia a principios del siglo XIII d.C. Esta representación consistió en un Belén viviente, buey y mula incluidos, en la que participaron algunos vecinos de la localidad de Greccio, en la provincia italiana de Rieti. San Francisco construyó un portal de madera y paja, donde se representaron algunas de las escenas anteriores y posteriores al nacimiento de Jesús. Esta costumbre se fue extendiendo por otras localidades y, finalmente, pasó a los hogares italianos, donde se realizaban los portales con figuras de diversos materiales. 

Otras fuentes indican que la costumbre proviene del siglo XV, situando en la localidad de Nápoles el lugar donde se elaboró, en barro, el primer conjunto de figuras del Belén y que, durante el siglo XVIII, fué el rey Carlos III quién impulsó su extensión por España. 

También se cree que la costumbre puede provenir de la existencia, en los antiguos hogares cristianos, de retablos o pequeños altares caseros, utilizados para las oraciones, en los que estarían colocadas las figuras del Misterio. 

Hoy en día, las representaciones más sencillas se pueden basar en las figuras del Misterio de Navidad (formado por las tres figuras principales de cualquier Belén, es decir, el niño Jesús, pudiendo aparecer en el pesebre o en los brazos de su madre, la Virgen María y San José, acompañados éstos, o no, por el buey y la mula), sin ninguna decoración adicional o complicarse hasta donde llegue la imaginación del autor, montando un escenario completo con el Portal de Belén, la estrella de Navidad, los Reyes Magos, diversos edificios, soldados romanos, pastores, lavanderas, personajes de diferentes oficios, todo tipo de animales, ríos, fuentes, hogueras, puentes, vegetación, árboles, montañas, etc. En algunos casos se llega a automatizar el movimiento de algunas figuras de la representación, de las fuentes o riachuelos e, incluso, la iluminación. 

Lo que no se nos puede escapar, en este arte de montar belenes, entre figuras, luces y musgo ,es lo esencial, además de colocar ese punto característico especial de la zona o región en donde lo realizamos.